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- Cine de América del Sur -
En los años sesenta nace el llamado nuevo cine latinoamericano. Este fenómeno está influido principalmente por el neorrealismo italiano y otros movimientos de cine social. Su función era ir en contra de los modelos estadounidenses y a favor de la conflictiva realidad. Era la esperanza y la nueva posibilidad de restablecer una cinematografía a nivel continental, un nuevo cine.
Para fines de la década del 60 había aparecido toda una camada de realizadores latinoamericanos de importancia, como los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, los argentinos Fernando Birri, Fernando Solanas y Leonardo Favio, los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, y los chilenos Raúl Ruiz, Miguel Littín y Lautaro Murúa. Todos agrupados dentro del movimiento del Nuevo Cine.
En la década del 70 la mayoría de los países latinoamericanos sufrieron la imposición de censuras, golpes de estados y sangrientas dictaduras militares que virtualmente paralizaron la producción cinematográfica y obligaron al exilio a centenares de artistas. El caso más extremo es el de Chile, que durante la larga dictadura (1973-1989) casi no tuvo producción de cine de relieve, mientras que los cineastas chilenos en el exilio produjeron 178 películas.
Argentina, Brasil y México, lideran la producción cinematográfica, con el ingreso de una considerable cinematografía proveniente de Cuba, Colombia, Chile, Bolivia, Perú y Venezuela.
Desde los años 90 del pasado siglo emerge una gran disparidad de autores, no desprovistos de talento, y las nuevas tecnologías han comenzado a modificar todo lo concerniente a los medios audiovisuales, impactando también en el cine tradicional.
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En los años sesenta nace el llamado nuevo cine latinoamericano. Este fenómeno está influido principalmente por el neorrealismo italiano y otros movimientos de cine social. Su función era ir en contra de los modelos estadounidenses y a favor de la conflictiva realidad. Era la esperanza y la nueva posibilidad de restablecer una cinematografía a nivel continental, un nuevo cine.
Para fines de la década del 60 había aparecido toda una camada de realizadores latinoamericanos de importancia, como los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, los argentinos Fernando Birri, Fernando Solanas y Leonardo Favio, los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, y los chilenos Raúl Ruiz, Miguel Littín y Lautaro Murúa. Todos agrupados dentro del movimiento del Nuevo Cine.
En la década del 70 la mayoría de los países latinoamericanos sufrieron la imposición de censuras, golpes de estados y sangrientas dictaduras militares que virtualmente paralizaron la producción cinematográfica y obligaron al exilio a centenares de artistas. El caso más extremo es el de Chile, que durante la larga dictadura (1973-1989) casi no tuvo producción de cine de relieve, mientras que los cineastas chilenos en el exilio produjeron 178 películas.
Argentina, Brasil y México, lideran la producción cinematográfica, con el ingreso de una considerable cinematografía proveniente de Cuba, Colombia, Chile, Bolivia, Perú y Venezuela.
Desde los años 90 del pasado siglo emerge una gran disparidad de autores, no desprovistos de talento, y las nuevas tecnologías han comenzado a modificar todo lo concerniente a los medios audiovisuales, impactando también en el cine tradicional.
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En los años sesenta nace el llamado nuevo cine latinoamericano. Este fenómeno está influido principalmente por el neorrealismo italiano y otros movimientos de cine social. Su función era ir en contra de los modelos estadounidenses y a favor de la conflictiva realidad. Era la esperanza y la nueva posibilidad de restablecer una cinematografía a nivel continental, un nuevo cine.
Para fines de la década del 60 había aparecido toda una camada de realizadores latinoamericanos de importancia, como los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, los argentinos Fernando Birri, Fernando Solanas y Leonardo Favio, los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, y los chilenos Raúl Ruiz, Miguel Littín y Lautaro Murúa. Todos agrupados dentro del movimiento del Nuevo Cine.
En la década del 70 la mayoría de los países latinoamericanos sufrieron la imposición de censuras, golpes de estados y sangrientas dictaduras militares que virtualmente paralizaron la producción cinematográfica y obligaron al exilio a centenares de artistas. El caso más extremo es el de Chile, que durante la larga dictadura (1973-1989) casi no tuvo producción de cine de relieve, mientras que los cineastas chilenos en el exilio produjeron 178 películas.
Argentina, Brasil y México, lideran la producción cinematográfica, con el ingreso de una considerable cinematografía proveniente de Cuba, Colombia, Chile, Bolivia, Perú y Venezuela.
Desde los años 90 del pasado siglo emerge una gran disparidad de autores, no desprovistos de talento, y las nuevas tecnologías han comenzado a modificar todo lo concerniente a los medios audiovisuales, impactando también en el cine tradicional.
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En los años sesenta nace el llamado nuevo cine latinoamericano. Este fenómeno está influido principalmente por el neorrealismo italiano y otros movimientos de cine social. Su función era ir en contra de los modelos estadounidenses y a favor de la conflictiva realidad. Era la esperanza y la nueva posibilidad de restablecer una cinematografía a nivel continental, un nuevo cine.
Para fines de la década del 60 había aparecido toda una camada de realizadores latinoamericanos de importancia, como los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, los argentinos Fernando Birri, Fernando Solanas y Leonardo Favio, los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, y los chilenos Raúl Ruiz, Miguel Littín y Lautaro Murúa. Todos agrupados dentro del movimiento del Nuevo Cine.
En la década del 70 la mayoría de los países latinoamericanos sufrieron la imposición de censuras, golpes de estados y sangrientas dictaduras militares que virtualmente paralizaron la producción cinematográfica y obligaron al exilio a centenares de artistas. El caso más extremo es el de Chile, que durante la larga dictadura (1973-1989) casi no tuvo producción de cine de relieve, mientras que los cineastas chilenos en el exilio produjeron 178 películas.
Argentina, Brasil y México, lideran la producción cinematográfica, con el ingreso de una considerable cinematografía proveniente de Cuba, Colombia, Chile, Bolivia, Perú y Venezuela.
Desde los años 90 del pasado siglo emerge una gran disparidad de autores, no desprovistos de talento, y las nuevas tecnologías han comenzado a modificar todo lo concerniente a los medios audiovisuales, impactando también en el cine tradicional.
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En los años sesenta nace el llamado nuevo cine latinoamericano. Este fenómeno está influido principalmente por el neorrealismo italiano y otros movimientos de cine social. Su función era ir en contra de los modelos estadounidenses y a favor de la conflictiva realidad. Era la esperanza y la nueva posibilidad de restablecer una cinematografía a nivel continental, un nuevo cine.
Para fines de la década del 60 había aparecido toda una camada de realizadores latinoamericanos de importancia, como los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, los argentinos Fernando Birri, Fernando Solanas y Leonardo Favio, los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, y los chilenos Raúl Ruiz, Miguel Littín y Lautaro Murúa. Todos agrupados dentro del movimiento del Nuevo Cine.
En la década del 70 la mayoría de los países latinoamericanos sufrieron la imposición de censuras, golpes de estados y sangrientas dictaduras militares que virtualmente paralizaron la producción cinematográfica y obligaron al exilio a centenares de artistas. El caso más extremo es el de Chile, que durante la larga dictadura (1973-1989) casi no tuvo producción de cine de relieve, mientras que los cineastas chilenos en el exilio produjeron 178 películas.
Desde los años 90 del pasado siglo emerge una gran disparidad de autores, no desprovistos de talento, y las nuevas tecnologías han comenzado a modificar todo lo concerniente a los medios audiovisuales, impactando también en el cine tradicional.
Actualmente son Argentina, Brasil y México, los países que lideran la producción cinematográfica, con el ingreso de una considerable cinematografía proveniente de Cuba, Colombia, Chile, Bolivia, Perú y Venezuela.
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En los años sesenta nace el llamado nuevo cine latinoamericano. Este fenómeno está influido principalmente por el neorrealismo italiano y otros movimientos de cine social. Su función era ir en contra de los modelos estadounidenses y a favor de la conflictiva realidad. Era la esperanza y la nueva posibilidad de restablecer una cinematografía a nivel continental, un nuevo cine.
Para fines de la década del 60 había aparecido toda una camada de realizadores latinoamericanos de importancia, como los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, los argentinos Fernando Birri, Fernando Solanas y Leonardo Favio, los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, y los chilenos Raúl Ruiz, Miguel Littín y Lautaro Murúa. Todos agrupados dentro del movimiento del Nuevo Cine.
En la década del 70 la mayoría de los países latinoamericanos sufrieron la imposición de censuras, golpes de estados y sangrientas dictaduras militares que virtualmente paralizaron la producción cinematográfica y obligaron al exilio a centenares de artistas. El caso más extremo es el de Chile, que durante la larga dictadura (1973-1989) casi no tuvo producción de cine de relieve, mientras que los cineastas chilenos en el exilio produjeron 178 películas.
Desde los años 90 del pasado siglo emerge una gran disparidad de autores, no desprovistos de talento, y las nuevas tecnologías han comenzado a modificar todo lo concerniente a los medios audiovisuales, impactando también en el cine tradicional.
Actualmente son Argentina, Brasil y México, los países que lideran la producción cinematográfica, con el ingreso de una considerable cinematografía proveniente de Cuba, Colombia, Chile, Bolivia, Perú y Venezuela.
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En los años sesenta nace el llamado nuevo cine latinoamericano. Este fenómeno está influido principalmente por el neorrealismo italiano y otros movimientos de cine social. Su función era ir en contra de los modelos estadounidenses y a favor de la conflictiva realidad. Era la esperanza y la nueva posibilidad de restablecer una cinematografía a nivel continental, un nuevo cine.
Para fines de la década del 60 había aparecido toda una camada de realizadores latinoamericanos de importancia, como los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, los argentinos Fernando Birri, Fernando Solanas y Leonardo Favio, los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, y los chilenos Raúl Ruiz, Miguel Littín y Lautaro Murúa. Todos agrupados dentro del movimiento del Nuevo Cine.
En la década del 70 la mayoría de los países latinoamericanos sufrieron la imposición de censuras, golpes de estados y sangrientas dictaduras militares que virtualmente paralizaron la producción cinematográfica y obligaron al exilio a centenares de artistas. El caso más extremo es el de Chile, que durante la larga dictadura (1973-1989) casi no tuvo producción de cine de relieve, mientras que los cineastas chilenos en el exilio produjeron 178 películas.
Desde los años 90 del pasado siglo emerge una gran disparidad de autores, no desprovistos de talento, y las nuevas tecnologías han comenzado a modificar todo lo concerniente a los medios audiovisuales, impactando también en el cine tradicional.
Actualmente son Argentina, Brasil y México, los países que lideran la producción cinematográfica, con el ingreso de una considerable cinematografía proveniente de Cuba, Colombia, Chile, Bolivia, Perú y Venezuela.
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En los años sesenta nace el llamado nuevo cine latinoamericano. Este fenómeno está influido principalmente por el neorrealismo italiano y otros movimientos de cine social. Su función era ir en contra de los modelos estadounidenses y a favor de la conflictiva realidad. Era la esperanza y la nueva posibilidad de restablecer una cinematografía a nivel continental, un nuevo cine.
Para fines de la década del 60 había aparecido toda una camada de realizadores latinoamericanos de importancia, como los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, los argentinos Fernando Birri, Fernando Solanas y Leonardo Favio, los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, y los chilenos Raúl Ruiz, Miguel Littín y Lautaro Murúa. Todos agrupados dentro del movimiento del Nuevo Cine.
En la década del 70 la mayoría de los países latinoamericanos sufrieron la imposición de censuras, golpes de estados y sangrientas dictaduras militares que virtualmente paralizaron la producción cinematográfica y obligaron al exilio a centenares de artistas. El caso más extremo es el de Chile, que durante la larga dictadura (1973-1989) casi no tuvo producción de cine de relieve, mientras que los cineastas chilenos en el exilio produjeron 178 películas.
Desde los años 90 del pasado siglo emerge una gran disparidad de autores, no desprovistos de talento, y las nuevas tecnologías han comenzado a modificar todo lo concerniente a los medios audiovisuales, impactando también en el cine tradicional.
Actualmente son Argentina, Brasil y México, los países que lideran la producción cinematográfica, con el ingreso de una considerable cinematografía proveniente de Cuba, Colombia, Chile, Bolivia, Perú y Venezuela.
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En los años sesenta nace el llamado nuevo cine latinoamericano. Este fenómeno está influido principalmente por el neorrealismo italiano y otros movimientos de cine social. Su función era ir en contra de los modelos estadounidenses y a favor de la conflictiva realidad. Era la esperanza y la nueva posibilidad de restablecer una cinematografía a nivel continental, un nuevo cine.
Para fines de la década del 60 había aparecido toda una camada de realizadores latinoamericanos de importancia, como los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, los argentinos Fernando Birri, Fernando Solanas y Leonardo Favio, los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, y los chilenos Raúl Ruiz, Miguel Littín y Lautaro Murúa. Todos agrupados dentro del movimiento del Nuevo Cine.
En la década del 70 la mayoría de los países latinoamericanos sufrieron la imposición de censuras, golpes de estados y sangrientas dictaduras militares que virtualmente paralizaron la producción cinematográfica y obligaron al exilio a centenares de artistas. El caso más extremo es el de Chile, que durante la larga dictadura (1973-1989) casi no tuvo producción de cine de relieve, mientras que los cineastas chilenos en el exilio produjeron 178 películas.
Desde los años 90 del pasado siglo emerge una gran disparidad de autores, no desprovistos de talento, y las nuevas tecnologías han comenzado a modificar todo lo concerniente a los medios audiovisuales, impactando también en el cine tradicional.
Actualmente son Argentina, Brasil y México, los países que lideran la producción cinematográfica, con el ingreso de una considerable cinematografía proveniente de Cuba, Colombia, Chile, Bolivia, Perú y Venezuela.
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En los años sesenta nace el llamado nuevo cine latinoamericano. Este fenómeno está influido principalmente por el neorrealismo italiano y otros movimientos de cine social. Su función era ir en contra de los modelos estadounidenses y a favor de la conflictiva realidad. Era la esperanza y la nueva posibilidad de restablecer una cinematografía a nivel continental, un nuevo cine.
Para fines de la década del 60 había aparecido toda una camada de realizadores latinoamericanos de importancia, como los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, los argentinos Fernando Birri, Fernando Solanas y Leonardo Favio, los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Santiago Álvarez, y los chilenos Raúl Ruiz, Miguel Littín y Lautaro Murúa. Todos agrupados dentro del movimiento del Nuevo Cine.
En la década del 70 la mayoría de los países latinoamericanos sufrieron la imposición de censuras, golpes de estados y sangrientas dictaduras militares que virtualmente paralizaron la producción cinematográfica y obligaron al exilio a centenares de artistas. El caso más extremo es el de Chile, que durante la larga dictadura (1973-1989) casi no tuvo producción de cine de relieve, mientras que los cineastas chilenos en el exilio produjeron 178 películas.
Desde los años 90 del pasado siglo emerge una gran disparidad de autores, no desprovistos de talento, y las nuevas tecnologías han comenzado a modificar todo lo concerniente a los medios audiovisuales, impactando también en el cine tradicional.
Actualmente son Argentina, Brasil y México, los países que lideran la producción cinematográfica, con el ingreso de una considerable cinematografía proveniente de Cuba, Colombia, Chile, Bolivia, Perú y Venezuela.