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- Cine africano -
Las reticencias de carácter político de los gobiernos coloniales para permitir a los africanos hacer su propio cine y los problemas de índole financiero explican la tardanza en surgir una industria cinematográfica en África. De hecho, buen número de países no ven nacer sus primeros realizadores hasta los años 70 del pasado siglo XX.
Hasta el presente, Egipto ha sido el único país africano donde la iniciativa privada ha sido capaz de poner en pié una industria eficaz y autosuficiente. Otros países, como Nigeria, Etiopía, Marruecos o Senegal, han seguido un camino más institucional, invirtiendo tanto en la producción como en la creación de una red de salas de exhibición. En un tercer grupo de países, Argelia, Túnez, Mali y Burkina Faso, los gobiernos encargaban films educativos o de propaganda, pero nunca largometrajes comerciales.
En el Magreb, el gobierno argelino optó por subvencionar la producción de films de tipo propagandístico, sobre la guerra de independencia y sobre el socialismo, aunque no impidiendo la producción de otro tipo de cine político, éste de crítica a la burocracia gubernamental. Algunos films tunecinos (a partir de 1966) se situaron en las mismas tendencias del cine argelino. Marruecos ha producido películas, tanto de las consideradas como cine comercial, como del llamado cine intelectual.
Las primeras películas realizadas en Suráfrica, se remontan a 1975. Más importante que el cine comercial ha sido la producción de documentales y reportajes sobre el apartheid.
Pese a la aparición de internet y la globalización de la economía y la cultura mundiales, es de esperar que en los próximos años nuevas tendencias se añadan a las ya existentes, en favor de la experimentación formal autóctona, y la discusión de los signos de identidad africanos.
Todo ello bajo la gran influencia de países como Francia, Bélgica, Suiza, entre otros europeos, que deciden en cuanto a la financiación de las actuales producciones, la promoción de los films africanos en sus festivales, y la formación profesional de nuevos directores.
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Las reticencias de carácter político de los gobiernos coloniales para permitir a los africanos hacer su propio cine y los problemas de índole financiero explican la tardanza en surgir una industria cinematográfica en África. De hecho, buen número de países no ven nacer sus primeros realizadores hasta los años 70 del pasado siglo XX.
Hasta el presente, Egipto ha sido el único país africano donde la iniciativa privada ha sido capaz de poner en pié una industria eficaz y autosuficiente. Otros países, como Nigeria, Etiopía, Marruecos o Senegal, han seguido un camino más institucional, invirtiendo tanto en la producción como en la creación de una red de salas de exhibición. En un tercer grupo de países, Argelia, Túnez, Mali y Burkina Faso, los gobiernos encargaban films educativos o de propaganda, pero nunca largometrajes comerciales.
En el Magreb, el gobierno argelino optó por subvencionar la producción de films de tipo propagandístico, sobre la guerra de independencia y sobre el socialismo, aunque no impidiendo la producción de otro tipo de cine político, éste de crítica a la burocracia gubernamental. Algunos films tunecinos (a partir de 1966) se situaron en las mismas tendencias del cine argelino. Marruecos ha producido películas, tanto de las consideradas como cine comercial, como del llamado cine intelectual.
Las primeras películas realizadas en Suráfrica, se remontan a 1975. Más importante que el cine comercial ha sido la producción de documentales y reportajes sobre el apartheid.
Pese a la aparición de internet y la globalización de la economía y la cultura mundiales, es de esperar que en los próximos años nuevas tendencias se añadan a las ya existentes, en favor de la experimentación formal autóctona, y la discusión de los signos de identidad africanos.
Todo ello bajo la gran influencia de países como Francia, Bélgica, Suiza, entre otros europeos, que deciden en cuanto a la financiación de las actuales producciones, la promoción de los films africanos en sus festivales, y la formación profesional de nuevos directores.
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Las reticencias de carácter político de los gobiernos coloniales para permitir a los africanos hacer su propio cine y los problemas de índole financiero explican la tardanza en surgir una industria cinematográfica en África. De hecho, buen número de países no ven nacer sus primeros realizadores hasta los años 70 del pasado siglo XX.
Hasta el presente, Egipto ha sido el único país africano donde la iniciativa privada ha sido capaz de poner en pié una industria eficaz y autosuficiente. Otros países, como Nigeria, Etiopía, Marruecos o Senegal, han seguido un camino más institucional, invirtiendo tanto en la producción como en la creación de una red de salas de exhibición. En un tercer grupo de países, Argelia, Túnez, Mali y Burkina Faso, los gobiernos encargaban films educativos o de propaganda, pero nunca largometrajes comerciales.
En el Magreb, el gobierno argelino optó por subvencionar la producción de films de tipo propagandístico, sobre la guerra de independencia y sobre el socialismo, aunque no impidiendo la producción de otro tipo de cine político, éste de crítica a la burocracia gubernamental. Algunos films tunecinos (a partir de 1966) se situaron en las mismas tendencias del cine argelino. Marruecos ha producido películas, tanto de las consideradas como cine comercial, como del llamado cine intelectual.
Las primeras películas realizadas en Suráfrica, se remontan a 1975. Más importante que el cine comercial ha sido la producción de documentales y reportajes sobre el apartheid.
Pese a la aparición de internet y la globalización de la economía y la cultura mundiales, es de esperar que en los próximos años nuevas tendencias se añadan a las ya existentes, en favor de la experimentación formal autóctona, y la discusión de los signos de identidad africanos.
Todo ello bajo la gran influencia de países como Francia, Bélgica, Suiza, entre otros europeos, que deciden en cuanto a la financiación de las actuales producciones, la promoción de los films africanos en sus festivales, y la formación profesional de nuevos directores.
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Las reticencias de carácter político de los gobiernos coloniales para permitir a los africanos hacer su propio cine y los problemas de índole financiero explican la tardanza en surgir una industria cinematográfica en África. De hecho, buen número de países no ven nacer sus primeros realizadores hasta los años 70 del pasado siglo XX.
Hasta el presente, Egipto ha sido el único país africano donde la iniciativa privada ha sido capaz de poner en pié una industria eficaz y autosuficiente. Otros países, como Nigeria, Etiopía, Marruecos o Senegal, han seguido un camino más institucional, invirtiendo tanto en la producción como en la creación de una red de salas de exhibición. En un tercer grupo de países, Argelia, Túnez, Mali y Burkina Faso, los gobiernos encargaban films educativos o de propaganda, pero nunca largometrajes comerciales.
En el Magreb, el gobierno argelino optó por subvencionar la producción de films de tipo propagandístico, sobre la guerra de independencia y sobre el socialismo, aunque no impidiendo la producción de otro tipo de cine político, éste de crítica a la burocracia gubernamental. Algunos films tunecinos (a partir de 1966) se situaron en las mismas tendencias del cine argelino. Marruecos ha producido películas, tanto de las consideradas como cine comercial, como del llamado cine intelectual.
Las primeras películas realizadas en Suráfrica, se remontan a 1975. Más importante que el cine comercial ha sido la producción de documentales y reportajes sobre el apartheid.
Pese a la aparición de internet y la globalización de la economía y la cultura mundiales, es de esperar que en los próximos años nuevas tendencias se añadan a las ya existentes, en favor de la experimentación formal autóctona, y la discusión de los signos de identidad africanos.
Todo ello bajo la gran influencia de países como Francia, Bélgica, Suiza, entre otros europeos, que deciden en cuanto a la financiación de las actuales producciones, la promoción de los films africanos en sus festivales, y la formación profesional de nuevos directores.
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Las reticencias de carácter político de los gobiernos coloniales para permitir a los africanos hacer su propio cine y los problemas de índole financiero explican la tardanza en surgir una industria cinematográfica en África. De hecho, buen número de países no ven nacer sus primeros realizadores hasta los años 70 del pasado siglo XX.
Hasta el presente, Egipto ha sido el único país africano donde la iniciativa privada ha sido capaz de poner en pié una industria eficaz y autosuficiente. Otros países, como Nigeria, Etiopía, Marruecos o Senegal, han seguido un camino más institucional, invirtiendo tanto en la producción como en la creación de una red de salas de exhibición. En un tercer grupo de países, Argelia, Túnez, Mali y Burkina Faso, los gobiernos encargaban films educativos o de propaganda, pero nunca largometrajes comerciales.
En el Magreb, el gobierno argelino optó por subvencionar la producción de films de tipo propagandístico, sobre la guerra de independencia y sobre el socialismo, aunque no impidiendo la producción de otro tipo de cine político, éste de crítica a la burocracia gubernamental. Algunos films tunecinos (a partir de 1966) se situaron en las mismas tendencias del cine argelino. Marruecos ha producido películas, tanto de las consideradas como cine comercial, como del llamado cine intelectual.
Las primeras películas realizadas en Suráfrica, se remontan a 1975. Más importante que el cine comercial ha sido la producción de documentales y reportajes sobre el apartheid.
Pese a la aparición de internet y la globalización de la economía y la cultura mundiales, es de esperar que en los próximos años nuevas tendencias se añadan a las ya existentes, en favor de la experimentación formal autóctona, y la discusión de los signos de identidad africanos.
Todo ello bajo la gran influencia de países como Francia, Bélgica, Suiza, entre otros europeos, que deciden en cuanto a la financiación de las actuales producciones, la promoción de los films africanos en sus festivales, y la formación profesional de nuevos directores.
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Las reticencias de carácter político de los gobiernos coloniales para permitir a los africanos hacer su propio cine y los problemas de índole financiero explican la tardanza en surgir una industria cinematográfica en África. De hecho, buen número de países no ven nacer sus primeros realizadores hasta los años 70 del pasado siglo XX.
Hasta el presente, Egipto ha sido el único país africano donde la iniciativa privada ha sido capaz de poner en pié una industria eficaz y autosuficiente. Otros países, como Nigeria, Etiopía, Marruecos o Senegal, han seguido un camino más institucional, invirtiendo tanto en la producción como en la creación de una red de salas de exhibición. En un tercer grupo de países, Argelia, Túnez, Mali y Burkina Faso, los gobiernos encargaban films educativos o de propaganda, pero nunca largometrajes comerciales.
En el Magreb, el gobierno argelino optó por subvencionar la producción de films de tipo propagandístico, sobre la guerra de independencia y sobre el socialismo, aunque no impidiendo la producción de otro tipo de cine político, éste de crítica a la burocracia gubernamental. Algunos films tunecinos (a partir de 1966) se situaron en las mismas tendencias del cine argelino. Marruecos ha producido películas, tanto de las consideradas como cine comercial, como del llamado cine intelectual.
Las primeras películas realizadas en Suráfrica, se remontan a 1975. Más importante que el cine comercial ha sido la producción de documentales y reportajes sobre el apartheid.
Pese a la aparición de internet y la globalización de la economía y la cultura mundiales, es de esperar que en los próximos años nuevas tendencias se añadan a las ya existentes, en favor de la experimentación formal autóctona, y la discusión de los signos de identidad africanos.
Todo ello bajo la gran influencia de países como Francia, Bélgica, Suiza, entre otros europeos, que deciden en cuanto a la financiación de las actuales producciones, la promoción de los films africanos en sus festivales, y la formación profesional de nuevos directores.
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Las reticencias de carácter político de los gobiernos coloniales para permitir a los africanos hacer su propio cine y los problemas de índole financiero explican la tardanza en surgir una industria cinematográfica en África. De hecho, buen número de países no ven nacer sus primeros realizadores hasta los años 70 del pasado siglo XX.
Hasta el presente, Egipto ha sido el único país africano donde la iniciativa privada ha sido capaz de poner en pié una industria eficaz y autosuficiente. Otros países, como Nigeria, Etiopía, Marruecos o Senegal, han seguido un camino más institucional, invirtiendo tanto en la producción como en la creación de una red de salas de exhibición. En un tercer grupo de países, Argelia, Túnez, Mali y Burkina Faso, los gobiernos encargaban films educativos o de propaganda, pero nunca largometrajes comerciales.
En el Magreb, el gobierno argelino optó por subvencionar la producción de films de tipo propagandístico, sobre la guerra de independencia y sobre el socialismo, aunque no impidiendo la producción de otro tipo de cine político, éste de crítica a la burocracia gubernamental. Algunos films tunecinos (a partir de 1966) se situaron en las mismas tendencias del cine argelino. Marruecos ha producido películas, tanto de las consideradas como cine comercial, como del llamado cine intelectual.
Las primeras películas realizadas en Suráfrica, se remontan a 1975. Más importante que el cine comercial ha sido la producción de documentales y reportajes sobre el apartheid.
Pese a la aparición de internet y la globalización de la economía y la cultura mundiales, es de esperar que en los próximos años nuevas tendencias se añadan a las ya existentes, en favor de la experimentación formal autóctona, y la discusión de los signos de identidad africanos.
Todo ello bajo la gran influencia de países como Francia, Bélgica, Suiza, entre otros europeos, que deciden en cuanto a la financiación de las actuales producciones, la promoción de los films africanos en sus festivales, y la formación profesional de nuevos directores.
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Las reticencias de carácter político de los gobiernos coloniales para permitir a los africanos hacer su propio cine y los problemas de índole financiero explican la tardanza en surgir una industria cinematográfica en África. De hecho, buen número de países no ven nacer sus primeros realizadores hasta los años 70 del pasado siglo XX.
Hasta el presente, Egipto ha sido el único país africano donde la iniciativa privada ha sido capaz de poner en pié una industria eficaz y autosuficiente. Otros países, como Nigeria, Etiopía, Marruecos o Senegal, han seguido un camino más institucional, invirtiendo tanto en la producción como en la creación de una red de salas de exhibición. En un tercer grupo de países, Argelia, Túnez, Mali y Burkina Faso, los gobiernos encargaban films educativos o de propaganda, pero nunca largometrajes comerciales.
En el Magreb, el gobierno argelino optó por subvencionar la producción de films de tipo propagandístico, sobre la guerra de independencia y sobre el socialismo, aunque no impidiendo la producción de otro tipo de cine político, éste de crítica a la burocracia gubernamental. Algunos films tunecinos (a partir de 1966) se situaron en las mismas tendencias del cine argelino. Marruecos ha producido películas, tanto de las consideradas como cine comercial, como del llamado cine intelectual.
Las primeras películas realizadas en Suráfrica, se remontan a 1975. Más importante que el cine comercial ha sido la producción de documentales y reportajes sobre el apartheid.
Pese a la aparición de internet y la globalización de la economía y la cultura mundiales, es de esperar que en los próximos años nuevas tendencias se añadan a las ya existentes, en favor de la experimentación formal autóctona, y la discusión de los signos de identidad africanos.
Todo ello bajo la gran influencia de países como Francia, Bélgica, Suiza, entre otros europeos, que deciden en cuanto a la financiación de las actuales producciones, la promoción de los films africanos en sus festivales, y la formación profesional de nuevos directores.